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vampiros a lo bonzo

lunes, 21 de enero de 2013


Que la gente estaba cabreada ya lo sabíamos todos. Lo que ignoramos es cuál es el límite, esa delgada línea roja que separa el cabreo común de la ira descontrolada. Ese límite no lo conoce nadie hasta que se ve muy cerca, entonces ya es demasiado tarde para volver atrás. Los politicuchos y banqueros están haciendo una gran labor pedagógica empujándonos a todos hacia nuestro límite para que nos conozcamos mejor. Lo malo es que cuando lo crucemos, no quedará nadie para tomar buena nota de lo que no hay que hacer.

En 2013, año en el que solo llevamos 21 días:

  1. ha estallado el caso Güemes, con la adjudicación del servicio de análisis médicos de seis hospitales madrileños a la empresa de la que es consejero Juan José Güemes, exconsejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid y yerno de Carlos Fabra; 
  2. hemos conocido detalles del maravilloso ático en Marbella de Ignacio González, del que parece que ya todo el mundo se ha olvidado; 
  3. hemos asistido al bochornoso pacto extrajudicial para cerrar el caso Pallerols de financiación ilegal de Unió Democràtica de Catalunya;  
  4. han aparecido las ignoradas portadas de El Mundo cuando se refieren a las cuentas de la familia Pujol en Suiza
  5. se han descubierto cuentas en Suiza al extesorero del PP, Luís Barcenas, con 22 millones de euros, y una finca en Argentina 3 veces más grande que Barcelona. 
  6. hemos amanecido con la noticia de que Bárcenas pasaba sobres con dinero negro a la cúpula del PP y que la práctica tiene dos décadas. 

Estamos seguros que antes de que acabe el mes, a esta lista se le podrá añadir algo en lo que esté implicado el PSOE. Quedan 9 días, pero el escándalo está al caer. No podemos dejarnos noquear por la sucesión de escándalos. Puede que tengamos la tentación de dar el partido por perdido, de no poder asumir el tamaño del escándalo, pero que la corrupción y los delitos afloren es el mejor síntoma de que alguien busca y alguien encuentra. Antes la basura se quedaba dentro, ahora alguien la está sacando, ¿no será nuestra obligación la de quemar las toneladas de basura que se agolpan en las calles?

Se hace indispensable la reforma de los partidos políticos, así como el trasvase de decisión y poder de los partidos a la ciudadanía por medio de listas abiertas; la transparencia no debe ser un regalo que se nos hace, debe ser la norma por la que se guíe la gestión del dinero público y a través de la cual los ciudadanos podamos controlar a los políticos (me fío más de 40 millones de personas empobrecidas y cabreadas que del Tribunal de Cuentas).

Tras 35 años de democracia hemos de sacar algunas conclusiones, y si bien la primera es que la democracia es imprescindible, la segunda debe ser que la nuestra es altamente imperfecta (por ende, mejorable) y que todo lo que dejemos a oscuras en manos de los políticos (que no son sino personas que salen de nuestra sociedad) será corrompido. La corrupción política es una bomba de relojería en los pilares de nuestra libertad y si no la atajamos a costa de refundar el sistema, serán nuestros derechos los que pagarán los platos rotos.

Gritar es bueno, hacer pegatinas para tu coche también. Mucho mejor que quemarse a lo bonzo, porque al final, te hacen el mismo caso. Todo cambiará cuando los que ardan sean ellos, los vampiros que nos chupan la sangre y sus toneladas de basura.

Manuel Vicent, en su columna de ayer en El País, lo explica mucho mejor que nostros: "En este país los partidos políticos están jugando con fuego. Sin necesidad de invocar al profeta Isaías habrá que advertir que se acerca el momento en que una chispa, cualquier desgracia imprevisible, puede sintetizar toda la frustración, la cólera y el odio suspendidos en el aire, alimentados por la miseria, y producir una descarga explosiva, que se llevará por delante, no solo a esa pandilla de políticos golfos, sino el sueño de un país que un día apostó por la libertad y la democracia."

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